En su mundo feliz el presidente Rajoy se va de vacaciones convencido de que a los españoles aquello que realmente les preocupa es Catalunya, los días pares, y Venezuela, los días impares, porque la gente normal está a las cosas importantes y a los temas trascendentes. No tiene tiempo para las chorradas ni las prisas de los ansiosos de la oposición.
La gente de verdad, la que habita ese mundo feliz, la que ama a Mariano, habla de economía y de lo bien que la está haciendo el Gobierno. He dicho de economia, no de dinero, que es otra cosa nada baladí y muy diferente. En los treinta años que Rajoy lleva de dirigente en el Partido Popular nunca ha hablado de dinero; no es propio de gente de orden, él sólo se dedica a la Política.

Esa gente que ama a Mariano Rajoy, la gente normal, habla de economía con seriedad, de cómo la cifras del paro y el crecimiento del PIB vuelven al 2008, de lo barato que ahora nos resulta financiar nuestra deuda o lo bien que va el comercio exterior. La gente norfmal no se pregunta el por qué ni esa creación de empleo, ni ese crecimiento, sirven para que se recuperen los salarios, se estabilice la financiación de las pensiones o se acaben los recortes y la precariedad en los servicios públicos, porque eso no le importa a casi nadie, sólo a los populistas de la opsición.

En el mundo feliz de Mariano Rajoy la oposición seria y responsable sólo la ejerce su mini yo Albert Rivera, que no quiere que el presidente comparezca en un pleno extraordinario porque le parece demasiado fácil y dónde de verdad quiere joderlo es en la comisión de investigación. Con la excepción del PNV, que también son gente seria y también quieren hablar de economía, aunque sólo de la suya, el resto de la oposición se comporta como una banda de exagerados e histéricos. Igual que toda esa gente que no es seria ni normal, que no es de verdad ni tiene sentido común, que no está a los temas realmente importantes y sólo sabe hablar de corrupción y criticar al gobierno. 

El mundo feliz de Mariano Rajoy lo descubri el pasado lunes dia viendo televisión española en un bar de la periferia:

"La voz de la telepantalla todavía estaba vertiente información sobre el discurso de Mariano a la nación después de haber declarado en la Audiencia Nacional, satisfecho de haber aprobado la ley contra la violencia de género, en un discurso sólido, coherente, de estadista. El griterío exterior se había reducido un poco. Los camareros habían vuelto al trabajo. uno de ellos se acercó con una botella de ginebra. Yo Ciudadano, sentado en medio de un sueño de bienaventuranza, ni me di cuenta de que me estaba llenando de nuevo el vaso. Ya no me quejaba y gritaba entusiasmado. Había vuelto al Ministerio del Amor, me lo habían arreglado todo, tenía la pensión asegurada y el alma blanca como la nieve. Como no había sido capaz de darme cuenta de todo lo que había hecho Mariano por mí, por todos, en su interés general, dos casos más de corrupción y en las últimas elecciones obtiene la mayoría absoluta, ocho millones de Españoles no se pueden equivocar, al contrario, los otros, los otros se han equivocado, los que han votado opciones no corruptas, radicales y peligrosas para la salud del país. Rechazaba a los separatistas que me habían engañado con sus falsedades acusando a un pobre Ministro del interior inocente, víctima de sus intrigas y manipulaciones, los podemitas que soplaban gaitas mientras cobraban de Venezuela. A los arribistas de Ciudadanos y al guaperas de los sociatas. ¡Ah! si incluso a las 10 de la mañana el Comisario Marhuenda ya sabía que la declaración en la Audiencia iría de lo más bien, no preguntéis cómo lo sabía, lo sabía y punto, porque Marhuenda como Inda lo sabe todo, todo y todo, salvo alguna cosa.
Ahora, todo habia terminado, todo estaba en su sitio, todo estaba bien. Más tarde estaba caminando por un corredor revestido de azulejo blanco, tenía la sensación de caminar bajo los rayos del sol, con un Guardia Civil detrás de mí. El fin de la crisis tanto tiempo esperada me entraba por el cerebro, de repente lo veía todo claro. Levanté la mirada hacia aquel rostro enorme. Me había costado muchos años aprender qué tipo de sonrisa escondía tras esa cara amable de barba confundida, en quien no confiaba. ¡Qué malentendido tan cruel e innecesario!. ¡Qué exilio tan terco como obstinado, lejos del pecho amoroso!. Dos lágrimas perfumadas de ginebra me resbalaban ambos lados de las mejillas. Pero ahora ya estaba todo bien, todo era correcto, la lucha había terminado. Había obtenido la victoria sobre mí mismo. Amaba al Gran Mariano".